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miércoles, 27 de noviembre de 2013

Ya borré mi cuenta de whatsapp. Quiero vivir mejor.



Cuando una herramienta creada para ayudar en la comunicación comienza a tomar un rumbo absolutamente contrario, llega la hora de abandonar el barco.

Me decidí. Cancelé mi cuenta de whatsapp. Yo demoré cierto tiempo, comparado con mi círculo de convivencia, para iniciar en el aplicativo. Hubo un encantamiento inmediato sobre la facilidad de compartir mensajes, videos, imágenes, pero el efecto “nefasto” que la aplicación provoca en las personas me hizo abandonar la idea de tenerlo.

La palabra “nefasto” puede hasta sonar pesado para algunos, pero, de hecho es así que pasé a ver las cosas. Ir a un bar, estar en una confraternización/aniversario, encontrarse con amistades. Es casi un regla (Principalmente se ud. Tiene entre 12 y 35 años), siempre estarán aquellos que no despegan los ojos de la pantalla del celular y entran a su mundo paralelo digital, generalmente en el Whatsapp o Facebook.

Las personas alrededor de esos “ultra conectados” parecen meras piezas de un escenario paralizado en el que solo acontece la interacción real en tres momentos. En la llegada al local (solo porque es necesario saludar a las personas); en el momento de la foto (claro, la foto va a parar a las redes sociales para que el mundo vea como uno se divierte) y en el momento de irse (incluso diciendo que estuvo buena la reunión y que se tienen que volver a ver).

El problema es que ese número de personas alienadas se está multiplicando. Llega al punto que no existe un diálogo, cada uno queda inmerso en su mini pantalla. Eso, cuando la conversación entre las personas no es tipo: “Viste aquel video en whatsapp? Tienes que verlo, es muy chistoso. Te lo estoy enviando”. Sí, esa es apenas una de las malas situaciones que nos presenta el whatsapp, pero no profundizaré en otras.

La cuestión es que vivimos en plena era de oro de la comunicación, donde todo tienen posibilidades infinitas para integrar, pero tal vez sea el momento más crítico de la historia de la comunicación. Hace falta de diálogo, convivencia, interacción con quien está a nuestro lado. Hasta llamar por teléfono ya está pasando de moda. ¿Exagero? Las operadoras de teléfono están acompañando esta tendencia de comportamiento e invirtiendo su marketing, no se ofrecen más planes para llamar sino, ahora, son los planes con internet.

Creo que el siempre optimista filósofo Pierre Levy, cuando describió el concepto de inteligencia colectiva no imaginaba que el WhatsApp pudría haberse inventado. O hasta lo imaginaba pero no sabía que las personas iban a preferir la aplicación que la interacción cara a cara.


Que tal reflexionar

Creo que este asunto de cómo lidiamos con el internet y con el hecho de estar conectado 24h cabe una reflexión. Usted: ¿Cómo lidia con esa conexión con las redes sociales y las aplicaciones del celular?.

Tal vez no esté en el momento de evaluar y reflexionar sobre el tiempo que le dedica a ellos? Creo que la reflexión vale, principalmente, para aquellos que se encuentran en el perfil de sentir necesidad de ver el “timeline” constantemente, que cambian la lectura de un libro por ver videos chistosos en internet o hasta no logran realizar alguna actividad o tareas de su rutina por falta de concentración que las que las redes sociales y aplicativos como WhatsApp generan (¿)
No estoy en contra de las redes sociales y aplicaciones, por el contrario, creo que son fuentes de interacción, entretenimiento y hasta de negocios muy válidas. Entonces, percibo cierta alienación que esa conexión provoca en muchos. No quiero causar una revolución en ese aspecto, apenas propongo que se busque encontrar formas de equilibrar la balanza de lo real y lo virtual.

Mientras eso no suceda, creo que es mejor cancelar mi cuenta de WhatsApp.


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